Acerca de Vocaciónate

Vocaciónate nace para acompañar a que las personas logren ser mañana lo que sueñan ahora

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Por qué Vocaciónate

Vocaciónate nace de la inquietud, el conocimiento, la experiencia y la aportación a los demás, a través del acompañamiento, mediante una metodología basada en el coaching y el conocimiento de la psicología para que cada persona logre encontrar su vocación. Porque una decisión tan trascendental como a qué dedicarnos en nuestra vida profesional no tiene que ser tomada en soledad y sin tener claridad, ni consciencia de hacia dónde dirigirnos. Sé, sobre todo, por propia experiencia, lo que puede suponer no estar acompañado de alguien para elegir nuestro mejor camino y las consecuencias, emocionales, psicológicas y económicas que de ello resultan. Por eso estoy aquí, para estar contigo y que logres dirigirte hacia donde realmente deseas estar como resultado de tu propia decisión y con base en tus pasiones, intereses y capacidades pues, para mí:

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La vocación es la suma del talento, el interés y la pasión de la persona la cual resulta en una actitud y aptitud que la mueve hacia la acción y que se concreta en una profesión cuya calidad lo lleva a trascender pues converge hacia su propósito de vida o Ikigai

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Para contestar a esta cuestión, es importante saber de dónde vengo así que comenzaré por decir que nací en la localidad sevillana de Estepa, un pueblo situado en la campiña de Sevilla la cual se encuentra al este de esta provincia. Aquí viví durante veinticinco años de mi vida. Es decir, pasé las etapas de mi vida de mayor impacto para mi formación como persona. De estos años, tengo especial recuerdo de mi infancia pues considero que tuve una niñez muy feliz gracias a que pasé mucho tiempo con primos, amigos y mis abuelos. Digamos que en general, llevaba una vida que podríamos considerar como normal o normativa dentro de mi contexto. Mis padres trabajan mucho incluso por temporadas casi todo el día. De ahí que mis abuelos cuidaran de mí durante grandes momentos de mi vida lo cual hizo que mi vínculo con ellos fuera tan especial. Así, cuando no estaba en el colegio, estaba jugando en casa o en la calle, solo o acompañado pero siempre con la sensación de felicidad.

Pero vayamos a lo importante de este punto. Para ello, daré un salto hasta la edad comprendida entre los trece y quince años. Para entonces, como todo hijo de vecino, estaba en el instituto, cursando la ESO y se acercaba un evento importante pues había que ir eligiendo qué estudiar para más tarde tener una salida profesional. Yo tenía muy claro que quería formarme y, además, en qué quería hacerlo. Me encantaban los ordenadores, los videojuegos y todo lo relacionado con la tecnología que conocía (comparando ahora lo que había con lo que conocía era nada). Podía pasar horas y horas. De verdad me apasionaba así que cuando me enteré de que se podía estudiar para hacer videojuegos lo ví clarísimo. Estaba totalmente decidido a ello así que acudí al orientador de mi instituto para tener ayuda. En este punto, hay que decir que, estábamos en el año 1999-2000 por lo que encontrar información no era como hoy en día. Para empezar, nunca tuve ordenador en casa e internet en aquel momento tampoco era lo que vemos ahora. Por ello, obtener cierta información no quedaba al alcance de todos. Aún con este panorama, yo no veía dificultad si no motivación pues quería saber qué tenía que hacer y qué pasos seguir para crear videojuegos.

No recuerdo exactamente los detalles de cómo lo conseguí o como llegué a la conclusión de que para tal fin, tenía que estudiar diseño gráfico. En mi mente hacía lógica, diseño (de videojuegos) y gráfico (de gráficos). Así que en una reunión con mi orientador, lo comenté con él y me dió su aprobación. Si quería ser eso tenía que estudiar lo otro. Perfecto, todo encajaba. Aún así, seguí buscando para asegurarme de que la salida profesional era esa además de comprobar en qué institutos se podría hacer. En dicha búsqueda, la cual me llevó hasta casi a final del curso, me di cuenta de que estudiar diseño gráfico me llevaba a trabajar en una imprenta, es decir, hacer y crear diseños para luego plasmarlos en un sitio físico, como un papel o un cartón. 

Ante esta tesitura y duda, acudí de inmediato al orientador. De nuevo, me confirmó lo que encontré. Es decir, básicamente, la respuesta que encontré cuando acudía a la persona que podía orientarme, era afirmarme la información que yo le aportaba y, al final, llegar a la misma conclusión. Recuerdo aquel momento como un jarro de agua fría en pleno invierno. Fue una decepción, desesperación y enfado que no sé cómo no lo insulté en aquel momento. Seguramente porque me quedé como en shock pues tuve una sensación de estar totalmente perdido. Sentí un total abandono y frustración de no saber y de no recibir ayuda por quién se supone que podía ayudarme. 

Con este panorama, sin saber a quién acudir ni qué hacer me sobrevino la incertidumbre y la total desmotivación. Pero total. Luego la cuestión que me abordaba era ¿y ahora qué?. En aquel momento lo que estaba claro es que, como poco, tenía que seguir en el instituto porque, en cualquier caso e hiciera lo que hiciera, el primer objetivo era obtener el graduado en ESO lo cual ni me motivaba ni entusiasmaba. Absolutamente nada. Pero era paso que sí o sí había que superar. También tenía claro que no quería hacer bachiller pues tampoco no me entusiasmaba para nada. En mi mente era seguir estudiando conceptos y memorizando información sin ver realmente cuál era el objetivo de tal fin ni su practicidad.

Así que, en aquel momento no sabía por qué, pero empecé a dejar de lado los estudios para prestar más atención a otras cosas. Estar en la calle, básicamente. Llegué a 4º de la ESO y batacazo. Era tal mi pasotismo para ese momento que me quedaron como siete asignaturas, o tal vez más. De hecho, no recuerdo ni cómo aprobé alguna. Me saltaba clases, no prestaba atención, en definitiva, no me importaba. Obviamente, para este punto, y teniendo en cuenta mi contexto, si no estudiaba la salida siguiente era trabajar así que me enfoqué en ello, y con bastante entusiasmo pues tener un objetivo ya desde pequeño ha hecho que me mueva con mucha energía por la vida. Así, a los dieciséis años, me fui a la construcción sin nisiquiera haber obtenido el graduado en ESO. Me convertí así en un número que engordaba la lista de abandono escolar. También decir aquí, que ese último año tendría que haber repetido curso, y mi padre me insistió bastante para continuar pero he de confesar que, además de la desmotivación, también sentía vergüenza de ser repetidor. Para mí, el instituto era un lugar donde ir por obligación donde pasar horas escuchando a profesores, muchas veces más desmotivados que uno mismo, luego estudiar porque sí y hacer pruebas de conocimiento. Una suma de todo que no tenía ni idea para que me iba a servir en mi vida. Es decir, hacer algo por obligación y sin saber para qué. Aún así, tengo que confesar que estaba muy motivado y entusiasmado por irme a trabajar. Sentía que necesitaba un cambio y este era el que estaba al alcance de mi mano.

Decir aquí que gracias a que mi padre tenía una pequeña empresa en Estepa no pasaron ni dos semanas desde que salí del instituto a ponerme a trabajar. Y digo suerte porque durante muchos años no me faltó trabajo. Para este momento me sentía muy bien. Es decir, me sentía realizado y creo que se debía a que era muy fácil observar que aquello que aprendía se llevaba a la práctica y la tangibilidad del resultado. Es decir, no era solo cuestión de memorizar para después demostrar lo que sabía, o no, en un papel mediante un exámen.

Pasaron los años, seguía en la construcción y hubo un momento en el cual sentía que me estanqué. Era como si todo se repitiera de alguna manera y que no estaba aprendiendo más o mejor lo que ya sabía. Además, observaba que yo fallaba u otros, en cosas que se podían mejorar, sobre todo a través del conocimiento y el estudio. Ahora con perspectiva, creo que de alguna manera siempre tuve la inquietud de estudiar y de saber más y más, de alimentar mi curiosidad y hacer las cosas de otra manera o, al menos, indagar si existían otras formas. De hecho, más de una vez monté un pequeño lío por “investigar” o hacer las cosas de otra manera. Todo lo anterior, sumado a que mi padre me dijo que cuando él se jubilara la idea era que su parte de la empresa pasase a mí, hizo que me replanteara aún más esa observación e inquietud por ser mejor, por saber más. Así, la “solución”, de nuevo, era fácil. Estudiar. Y volvió la motivación por tener un objetivo a medio y largo plazo. Se tornaban así una serie de metas a cumplimentar para llegar a tal objetivo. Así, lo primero que había que conseguir es el graduado en ESO para después hacer una Formación Profesional. En este caso, pensaba hacerlo de grado medio en Edificación y obra civil. Para este momento ya corría el año 2009, más o menos, por lo que el acceso a la información era mucho mejor además de que ya tenía ordenador e internet en casa. A lo que sumar mis eternas gracias a un familiar por animarme insistentemente en volver a estudiar. Con todo, tenía mucha claridad en mi siguiente paso para continuar mi carrera profesional en el sector de la construcción, lo cuál me llenaba de motivación.

En mi primer año en la escuela de adultos Miguel Hérnandez, en Estepa, el cual compaginaba con mi trabajo en la construcción, fue por momentos complicado, sobre todo a nivel de desgaste energético. No solo por las horas de trabajo (eran 10h cada día de lunes a viernes) sino porque me propuse aprender a estudiar. Y esto vino porque ya era consciente de que no sabía o no tenía una estrategia, ni mucho menos un hábito de estudio. En realidad, llegué a 4º de ESO sin estudiar. Solo prestaba atención en clase y hacía las actividades diarias que mandaban los profesores. Con eso ya me bastaba para aprobar, y con esto me refiero a sacar más que un suficiente. De hecho en muchos casos era capaz de sacar buenas calificaciones. Por lo anterior, me propuse e hice, cada fin de semana, dedicar tiempos a estudiar y crear dicho hábito porque, más tarde, me serviría para continuar con mi formación académica. No fue fácil. De hecho, saber cómo es la mejor manera de estudiar para mí, es algo que aún hoy día sigo aprendiendo, y que tuve que sufrir durante la carrera tiempo después. En este punto, hablando con uno de mis profesores, con el cuál tenía muy buena relación, le conté cuáles eran mis planes. Poco después, ya avanzado el curso y donde me conocía más, me animó con insistencia a que no siguiera mi plan el cual era sacar el graduado y luego hacer un Ciclo Formativo de grado medio, sino que me dijo que hiciera la prueba de acceso para ir directamente al grado superior. Aquella idea me entusiasmaba y me daba miedo a la vez pero su argumentación tenía poca réplica así que confié en su criterio como profesor muy experimentado y el entusiasmo que me trasladaba cuando me hablaba. Así con todo, logré el graduado en ESO y con buenas notas. Estaba super orgulloso de haberlo conseguido pues fué un gran hito en mi vida.

Pasó el verano y llegó el momento de afrontar el siguiente reto de nuevo compaginando el trabajo con el estudio de lunes a viernes y más de algún fin de semana. Empezó el curso, y a las pocas clases, en otra conversación con el mismo profesor, me preguntó mi edad y en qué mes cumplía años. Acto seguido me dijo que no hiciera la prueba de acceso al ciclo formativo de grado superior sino que hiciera la prueba de acceso a la universidad para mayores de 25 años. Me quedé un poco impactado a la vez que halagado pues este profesor tenía mucha fe en mí. Aún así, mi primera respuesta fue que no. Sentía que la universidad era demasiado como para superarlo además de los años de dedicación que ello conllevaba hasta poder trabajar. No lo tenía claro, nada claro. Sin embargo, aquella idea entró como un virus en mi cabeza que poco a poco se fue propagando a lo que sumar los mensajes cada cierto tiempo de mi profesor animándome a hacerlo ya que creía firmemente que yo era capaz de superarlo. Lo sopesé mucho. Largo y tendido y no fueron pocas las conversaciones con personas cercanas con quienes lo comenté para contrastar ideas y pensamientos. De hecho, no recuerdo a nadie que me dijera que no. Así, decidí lanzarme a por ello pero bajo la condición de hacer algo que verdaderamente me gustara y lo tenía claro, quería hacer psicología.

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Ahora, con el objetivo en mente, recabé información de cómo lograrlo, es decir, las metas que ir alcanzando. Pero surgía una inquietud importante y tomar decisiones que tenía que consultar con mi familia. Esto es, sentía que el nivel de dificultad era mucho mayor. Entre otras cosas tenía que aprender unas materias específicas que no se daban en la escuela de adultos. Además de alguna dificultad que tenía en alguna materia común. Esto me llevó a tomar la decisión de, por un lado tomar clases extra y, por otro y en consenso con mi familia, dejar de trabajar para dedicarme íntegramente a estudiar. He de decir que hubo momentos en los que lo pasé regular. Días que no tenía ganas de estudiar y momentos de muchas dudas. Pero seguí adelante, aún aprendiendo una materia (biología) totalmente por mi cuenta, logré mi meta. En mayo de 2011, tras hacer el examen en la ciudad de Salamanca, había conseguido superar la prueba de acceso a mayores de 25 años. Comenzaba una nueva etapa de mi vida.

La llegada a la universidad fue super excitante. Estaba muy feliz. Era un reto que quería afrontar y lo hacía con mucho entusiasmo e ilusión. Sin embargo, pronto me topé con la realidad del sistema al no tener el hábito del estudio bien formado pues la cantidad de material hacía muy importante saber cómo relacionarme con este y ser más productivo. De igual forma, conseguí superar el primer año de carrera aprobando todas las asignaturas. Ahora, llegaba el verano, sin clases y teniendo que trabajar para continuar con mis estudios. Para este momento, la construcción pasaba por un momento de crisis muy profundo. Esto se traducía en que ni mi padre podía ayudarme pues ni siquiera era posible trabajar con él durante unos meses. Así que empecé a buscarme la vida por otro lado. En ese mismo año, coincidió que un familiar trabaja en Mallorca, en un hotel y me comentó que estaban buscando personal. Le mandé mi currículum y me llamaron para conocerme y saber mi disponibilidad. Tras una breve charla, acordamos, verbalmente, la contratación y algunos detalles, como la estancia allí, así que en cuanto terminó el curso tomé un vuelo hacia Mallorca. Una vez allí, me adapté rápido y la sensación, por primera vez en mi vida, de autonomía en el sentido de que lo que estaba viviendo y conseguido en estos dos últimos años era por mí mismo, era muy satisfactorio. Me sentía realmente motivado y feliz. Así, con momentos mejores y peores, pasaron mis años de estudiante y veranos en la hostelería. Aún con todo, hubo algunos momentos complicados y de hecho, no conseguí terminar la carrera en el tiempo estimado pues esos obstáculos fueron muy determinantes para que así no fuera. Igualmente, aquello no me paró y seguí adelante gracias, en parte, a coincidir con personas que luego fueron, y siguen siendo mis amigos. Como digo siempre, nunca voy en los tiempos que la sociedad nos inculca, y este no fue diferente.

Superada la etapa universitaria, sobre el año 2017, llegaba el momento de la especialización. Busqué y hablé con amigos sobre el tema para compartir ideas y posibilidades. Aunque yo, desde hacía algún tiempo ya tenía claro que recursos humanos me motivaba como para tomar ese camino. Así, tras información y consulta, decidí hacer el máster en Dirección de Recursos Humanos en EAE Business School en su campus de Barcelona. Era el riesgo económico más grande que había afrontado hasta la fecha sin lugar a dudas. Tanto que hasta fue el primer préstamo que pedí pues la cantidad, siendo sinceros, estaba por encima de lo que podía pagar aunque pocas alternativas había más económicas y condiciones como las que podía encontrar en este. Y como la vida es tomar decisiones y riesgos, pues allí que iba yo. Además poder vivir en una de las más grandes ciudades de España me hacía mucha ilusión. Quería verme en esa situación y retarme para ver hasta dónde podía llegar y cómo superarme. No fue fácil. Sobre todo por el aspecto económico pero todo sacrificio tiene su recompensa así que, no solo logré superar el máster, sino que además encontré unas prácticas que luego se transformaron en un contrato de trabajo. Era, también, la primera vez que conseguía todo absolutamente gracias a mis habilidades y competencias. Y, la verdad, no podía estar más orgulloso de mí. Como siempre, no todo fue un camino de rosas sino que, por el contrario, hubo momentos difíciles y complicados que superar lo que hacía el camino cuesta arriba llegando a situaciones de querer abandonar y dejarlo todo. Pero esto no es más que una parte de toda historia que podamos vivir. Momentos buenos y otros malos, o no tan buenos. Como siempre, seguí adelante, lo superé y busqué nuevas metas que conseguir para mantener la motivación y la esperanza de mejorar día a día.

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Pasaron unos tres años, era 2020, desde que empecé con las prácticas en la compañía, había cambiado de puesto al ascender de categoría, trabajaba de noche y sentía que no estaba a gusto en ese momento vital. No es lo que necesitaba y, además, ya no estaba con el entusiasmo de un tiempo atrás. Era la hora, necesitaba un cambio. Para este momento, se presenta una pandemia mundial y todo el mundo, durante un tiempo, estuvimos encerrados en casa lo que ayudó a confirmar la necesidad de dicho cambio. Lo que no sabía bien cuál era así que la situación me llevó a pensar más aún. En ese momento, tenía claro que sí que sería algo que estudiar porque ya tenía esas ganas de volver a hacerlo. Pedí información sobre un máster que me interesó porque sentía que de alguna manera, dentro de mi ámbito profesional, me acercaba más a la psicología. Es decir, se trataba de mejorar mi cualificación dentro del mundo de las organizaciones pero con una visión más psicológica y, por tanto, el ámbito de actuación y las funciones que podía tomar eran en esa dirección. En contra de lo que venía haciendo que era más administrativo y de gestión.

Como en momentos anteriores, hice consulta con algunos amigos y familiares, sobre todo la más cercana, para comentarlo y tras meditarlo, teniendo en cuenta opciones y opiniones, decidí hacer un nuevo máster en Desarrollo Directivo, Inteligencia Emocional y Coaching. Este también en EAE en su campus de Barcelona. Era un nuevo reto así que de nuevo estaba entusiasmado y me sentía retado. Y tanto, ya que como decía anteriormente, trabaja de noche y prácticamente la totalidad de las clases las compaginaba con este horario de trabajo. Hasta que, como no podía ser de otra manera, tuve que cambiar y dejar el puesto en el que estaba y pedir un cambio de lugar. Seguí en la misma compañía, trabajando y compaginando con el estudio durante todo lo que duró este pero ese pensamiento de cambio se acentuó más aún estando en el último proyecto en el que estaba inmerso dentro de la organización. Fue entonces cuando lo vi claro, era momento de un cambio de mayor impacto. Era momento de dejar mi trabajo y tomar un nuevo rumbo.

Para entonces era primavera del año 2021, en un nuevo puesto y proyecto dentro de la misma organización y estaba terminando mi master pero no estaba feliz. El nivel de estrés era demasiado para mí por el puesto que acepté. De alguna forma estaba avisado pero lo que encontré no se acercaba ni mucho menos a lo que tenía en mente. No sé bien si esto se debió a que tomé una mala decisión o es que no supe afrontarlo de la mejor manera. Lo cierto, es que no estaba nada contento y no quería seguir allí. Así que, otra vez, consulta familiar sobre las opciones que me planteaba y tras esto, meditación y toma de decisión. Es este caso, fue la de dejarlo todo en Barcelona para volver a Andalucía, totalmente a la aventura, sin trabajo y sin un objetivo claro. Era un reto, un gran reto. Por suerte pude tomar esta decisión gracias al apoyo de mi familia, como siempre. Así que, para agosto estaba por Estepa, en casa, y buscando piso para asentarme en Sevilla además de pensar en las posibles opciones o caminos que podía tomar. En este tiempo, también estaba terminando el segundo máster el cuál culminé satisfactoriamente y donde obtuve mi primera certificación como coaching. Tras ello, viendo la situación, analizada y consultada, brotó una idea que ya, desde muy, muy joven, tenía en mente. Es decir, tener mi propio proyecto. Sentía que era el momento más adecuado pues pensaba, y creo que acertadamente, que no había mejor situación que esa para emprenderlo. Así, en conjunto con un amigo, quién también estaba en un momento similar, decidimos accionar hacia este objetivo, en colaboración, ayuda y apoyo.

Por todo lo anterior, es decir, por el hecho de no haber tenido ayuda para saber hacia dónde dirigirme, por no haber tenido a alguien que me aconsejara en la toma de decisiones, por no haber estado acompañado en momentos trascendentales de mi vida es por lo que decidí hacer vocaciónate. Para acompañar a las personas en su búsqueda y encuentro de aquello que pueden aportar para sí mismo y los demás. Donde sobresalen sus fortalezas, habilidades, capacidades, pasiones. Donde sienten que realmente desean, quieren y aman estar. Porque estar con los demás y acompañarlos en su descubrimiento es donde yo más puedo aportar porque ya he estado ahí, perdido y sin respuestas. Ahora sé cómo llegar a ellas y puedo ayudarte a que tú llegues a las tuyas. Vocaciónate es el proyecto de mi vida puesto al alcance de los demás para que lleguen a ser quien realmente quieren ser. Para que sean mañana lo que sueñan hoy.

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